
Ciudad de México | Los Ángeles, 11 de junio de 2025.— Las calles de California ya no solo son escenario de sueños, sino también de miedo. Con más de 2,000 soldados adicionales desplegados por orden de Donald Trump, y 700 marines patrullando vecindarios latinos, las redadas migratorias han dejado de ser un rumor: son una realidad que golpea familias, detiene trabajadores y separa hogares.
Desde México, la presidenta Claudia Sheinbaum confirmó que al menos 61 mexicanos fueron detenidos durante estos operativos. Muchos de ellos son padres, madres y jóvenes que cruzaron buscando una vida digna, y que hoy enfrentan la amenaza de ser arrancados de sus hijos, sus empleos y sus comunidades. “Estamos con ellos”, declaró Sheinbaum, asegurando que todos reciben apoyo legal y consular, y rechazando las acusaciones del gobierno estadounidense que buscan responsabilizar a México de las protestas.
Mientras la Casa Blanca habla de “restaurar el orden”, del otro lado de la frontera hay llanto, miedo y una incertidumbre que no se ve en las estadísticas, pero que se siente en cada llamada no contestada, en cada hogar donde falta un padre o una hija. Alcaldes y defensores de derechos humanos denuncian una cacería que va más allá de la ley, alimentada por discursos políticos que olvidan que detrás de cada número hay una historia, una familia.
México alza la voz, pero también escucha el dolor de millones de migrantes. Porque no se trata solo de política migratoria, sino de vidas humanas. Y hoy, más que nunca, los latinos necesitan saber que no están solos.
