
Por: Redacción de Eco del Norte
Mientras en Palacio se lanzan discursos de condolencia, en la sierra siguen enterrando a los suyos. Once personas de la comunidad rarámuri de Somarachi, entre ellas bebés, mujeres y ancianos, murieron en un brutal accidente carretero cuando regresaban de recibir apoyos sociales en Guachochi. Sí, leyeron bien: murieron por buscar ayuda.
El siniestro ocurrió en la carretera Guachochi-Yoquivo. Una camioneta que transportaba a la comunidad fue impactada por otro vehículo que, según testigos, invadió el carril y luego fue retirado de la escena por hombres armados, como si nada. Los culpables no solo huyeron… ¡tuvieron tiempo de llevarse el vehículo para no dejar evidencia! ¿Dónde estaban los rondines, la vigilancia, el supuesto blindaje de caminos? Como siempre: los malos hacen lo que quieren y se van por donde vinieron.
Las víctimas —entre ellas un bebé de tres meses— volvían de un trámite de apoyos sociales que podrían haberse entregado en su comunidad. Pero no: en lugar de acercar los recursos, el gobierno obliga a estas familias a arriesgar la vida por una despensa y unas cuantas ayudas. Luego se lamentan, pagan funerarias y sacan comunicados. ¡Demasiado tarde!
La gobernadora Maru Campos prometió justicia y apoyo total a las familias, pero la verdad es que este dolor pudo haberse evitado. ¿De qué sirve un programa social si hay que morir para cobrarlo?
Esta tragedia no es un accidente. Es una consecuencia directa del abandono histórico a los pueblos indígenas de la Sierra Tarahumara. Es hora de dejar el luto institucional y empezar con la acción real. Porque si no… el siguiente cortejo fúnebre ya va en camino.