
El 27 de enero de 2025, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, firmó una orden ejecutiva para renombrar el Golfo de México como “Golfo de América” en todos los contextos oficiales dentro del territorio estadounidense. Según el mandatario, esta decisión busca reforzar una identidad nacional y simbólica sobre un espacio compartido con otros países. Sin embargo, el cambio no afecta la nomenclatura internacional ni la utilizada en otras naciones, incluida México, que ha rechazado categóricamente la medida.
Organismos internacionales, como la Organización Hidrográfica Internacional, han advertido sobre posibles repercusiones en acuerdos y políticas ambientales derivados de esta decisión. Además, empresas como Google comenzarán a reflejar el nuevo nombre en sus mapas para usuarios en Estados Unidos, manteniendo “Golfo de México” en el resto del mundo.
La medida ha sido ampliamente cuestionada por ser percibida como una acción unilateral y una imposición simbólica que no solo altera una tradición histórica que se remonta al siglo XVI, sino que también ignora los vínculos culturales y diplomáticos que han unido a las naciones del Golfo a lo largo de los siglos. Aunque esta modificación tendrá aplicación exclusiva dentro de los límites de Estados Unidos, ha generado un debate sobre el respeto a los acuerdos internacionales y la relevancia de reconocer la identidad compartida de los territorios involucrados.