
Ciudad de México.— ¿Puede alguien pasar casi dos décadas en prisión sin haber sido condenado? La respuesta, por absurda que parezca, es sí. Este 1 de agosto, Israel Vallarta salió del penal federal del Altiplano luego de 19 años y 8 meses de encierro en prisión preventiva. Un juzgado federal determinó que la Fiscalía General de la República nunca logró probar su participación en los delitos de secuestro, delincuencia organizada ni posesión de armas. ¿Error del sistema o castigo encubierto?
Vallarta fue detenido en 2005 junto a Florence Cassez en un operativo que, con el tiempo, se reveló como un montaje mediático dirigido por la extinta AFI, encabezada por Genaro García Luna y Luis Cárdenas Palomino. Ella fue liberada en 2013; él permaneció en prisión casi doce años más, a pesar de denuncias de tortura y pronunciamientos internacionales, como los del Comité contra la Tortura de la ONU. ¿Por qué uno sí y el otro no? ¿Quién sostuvo el caso todo este tiempo?
Al recuperar su libertad, Vallarta agradeció al pueblo de México y a los medios que “no creyeron las mentiras” de gobiernos pasados. Aseguró que siempre confió en que “la verdad saldría a la luz” y advirtió que buscará justicia, evaluando una demanda contra el Estado mexicano. Mientras algunos celebran su liberación como un triunfo de los derechos humanos, otros cuestionan si el proceso estuvo realmente cerrado o si el caso volverá a abrir heridas. ¿Será este el comienzo de la reparación o solo el fin del olvido?