
Francesca Albanese, relatora especial de la ONU para los Territorios Palestinos Ocupados, ha desafiado a los gobiernos más poderosos del mundo con una acusación directa y documentada: Israel estaría cometiendo un genocidio en Gaza, y no lo hace solo. Según sus informes, empresas, bancos y gobiernos de Occidente no solo lo toleran, sino que lo financian, lo legitiman y obtienen beneficios de ello. La frase que se viralizó en redes sociales lo resume todo:
“El genocidio en Gaza está escrito con tinta occidental”.
En su informe Anatomía de un genocidio, presentado en 2024 ante el Consejo de Derechos Humanos, Albanese argumentó que existen fundamentos legales para afirmar que Israel ha cometido al menos tres de los cinco actos tipificados en la Convención para la Prevención del Genocidio: matanzas masivas de civiles, daños físicos y mentales graves, y la imposición deliberada de condiciones de vida diseñadas para destruir al pueblo palestino. Para ella, no se trata de un exceso militar, sino de una estrategia sistemática de eliminación.
En julio de 2025, Albanese dio un paso más: presentó un informe donde señala a más de 60 empresas internacionales que se benefician de la ofensiva israelí, desde gigantes tecnológicos hasta fondos de inversión. Denunció una “economía del genocidio” en la que el sufrimiento palestino se ha convertido en una fuente de ingresos.
“Palestina es la escena del crimen, pero tiene nuestras huellas digitales”,
afirmó.
La reacción del gobierno de Estados Unidos fue inmediata: impuso sanciones personales contra Albanese, acusándola de politizar su rol. Lejos de retractarse, ella respondió:
“No merezco un Nobel. Lo que merezco es respeto por cumplir con mi deber”.
Paradójicamente, mientras la sancionan por hablar, miles en redes sociales la respaldan y exigen que se le otorgue el Premio Nobel de la Paz.
Organismos como Amnistía Internacional han respaldado sus hallazgos. Para Albanese, callar ante lo que ocurre en Gaza sería una traición al derecho internacional y a la humanidad misma. Su denuncia no solo señala al agresor, sino al sistema global que lo permite. Y su mensaje queda claro: lo que sucede en Gaza no es un conflicto más, es un crimen que lleva la firma de quienes eligen mirar hacia otro lado… o lucrar con ello.