
Washington D.C.— Si formas parte de los miles de estudiantes internacionales que estudian en Harvard, prepárate para la montaña rusa política que se vive en Estados Unidos. Esta semana, la administración de Donald Trump intentó revocar la certificación de la universidad para inscribir a alumnos extranjeros, lo que —de haberse concretado— habría puesto en jaque tu estatus migratorio, tu visa y tu futuro académico. ¿La razón oficial? Supuestas “fallas administrativas” y un entorno “antiamericano”. ¿La razón real? Una clara vendetta política contra una institución que históricamente ha desafiado el discurso oficial.
El Departamento de Seguridad Nacional, bajo el mando de Kristi Noem, acusó a Harvard de no entregar información requerida y de permitir un ambiente “tóxico” en su campus, haciendo referencia a protestas estudiantiles y supuestos vínculos con entidades chinas. La universidad respondió al instante: presentó una demanda en una corte federal, calificando el intento como un ataque ideológico disfrazado de procedimiento administrativo. Y funcionó. La jueza Allison D. Burroughs emitió una orden que bloquea temporalmente la revocación, permitiendo que más de 6 mil estudiantes internacionales sigan inscritos y protegidos.
El mensaje es tan claro como preocupante: bajo el gobierno de Trump, ni las universidades más prestigiosas del mundo están exentas de la presión política. Hoy fue Harvard, mañana podría ser cualquier otra. Mientras tanto, la batalla legal continúa, y miles de estudiantes de todo el mundo siguen en vilo, esperando que la educación no se convierta en rehén del autoritarismo.