
En la Franja de Gaza ya no hay cunas, ni refugios, ni silencio. Solo polvo, gritos, y un llanto que no cesa: el de miles de bebés que nacieron en medio de la guerra más prolongada y devastadora que ha vivido la región en décadas. Según datos recientes de la ONU, más de 14 mil recién nacidos podrían perder la vida en los próximos días por falta de alimento, agua y medicinas. Mientras tanto, el mundo debate resoluciones, emite comunicados… y sigue mirando hacia otro lado.
La situación humanitaria ha llegado a un punto de no retorno. Este lunes, tras semanas de bloqueo total, Israel permitió la entrada de un puñado de camiones con ayuda humanitaria, una medida que organizaciones como la OMS y la ONU describieron como “una gota en el océano”. Antes de la guerra, Gaza recibía unos 500 camiones diarios; hoy apenas cruzan unos cuantos. En ellos, fórmula láctea, pan, suero, antibióticos… y la esperanza de que no sea demasiado tarde.
Al mismo tiempo, continúa la ofensiva israelí sobre el territorio con la operación “Carros de Gedeón”, una incursión terrestre masiva que busca controlar todo Gaza. En las últimas 24 horas, los bombardeos dejaron al menos 87 muertos, muchos de ellos mujeres y niños. Israel insiste en que sus ataques se dirigen contra objetivos de Hamás, pero hospitales, viviendas y escuelas siguen siendo los puntos de impacto.
Mientras los tanques avanzan y los drones sobrevuelan, la vida en Gaza se reduce a un susurro débil, casi imperceptible, el de bebés que no tienen cuna ni tregua. Y que, si algo no cambia pronto, tampoco tendrán futuro.