
Foto: Reuters.
Nueva Delhi-Islamabad.— La tensión entre India y Pakistán escaló de forma dramática este 6 de mayo, luego de que el gobierno indio ejecutara una serie de ataques aéreos contra nueve objetivos en territorio paquistaní y la región de Cachemira administrada por Islamabad. La operación, denominada “Sindoor”, fue lanzada en represalia por el atentado del pasado 22 de abril en Pahalgam, donde murieron al menos 26 personas, en su mayoría turistas hindúes.
El ataque terrorista fue reivindicado por el grupo Frente de Resistencia (TRF), vinculado con Lashkar-e-Taiba, organización considerada terrorista por India y otros países. La respuesta militar india tuvo como blanco supuestas infraestructuras de grupos armados como Jaish-e-Mohammed y el mismo Lashkar-e-Taiba. Sin embargo, entre los objetivos alcanzados se reportan también civiles y una mezquita, con un saldo preliminar de ocho muertos y 35 heridos.
Pakistán calificó la ofensiva como un “acto de guerra”, denunciando una violación a su soberanía. Afirmó haber derribado cinco aviones de combate indios y declaró estado de emergencia en varias regiones. Además, cerró su espacio aéreo a vuelos indios y advirtió que responderá “en el momento y forma que considere apropiados”.
La comunidad internacional ha expresado su preocupación por la posibilidad de una escalada bélica entre estas dos potencias nucleares. Mientras la ONU llamó a la moderación, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, calificó la acción india como “una vergüenza” y urgió al diálogo inmediato. China y Reino Unido también han exhortado a ambas naciones a evitar una nueva crisis regional.
El conflicto recuerda a episodios críticos como la crisis de Balakot en 2019, pero con mayor intensidad y alcance geográfico. A diferencia de aquel episodio, esta nueva ofensiva ocurre en un contexto de creciente polarización regional y amenaza con convertirse en una confrontación de mayores proporciones.