
Una tragedia sacudió a la ciudad ucraniana de Sumi este Domingo de Ramos, luego de que misiles balísticos lanzados por Rusia impactaran en pleno centro urbano, dejando al menos 34 muertos —entre ellos dos niños— y 117 personas heridas, incluidos 15 menores.
El ataque ocurrió por la mañana, cuando las calles estaban llenas de familias y fieles religiosos. Según autoridades ucranianas, dos misiles Iskander-M fueron disparados desde las regiones rusas de Vorónezh y Kursk por brigadas del ejército ruso. El segundo proyectil, cargado con municiones de racimo, fue el que provocó la mayor devastación al detonar en el aire sobre zonas residenciales, comerciales y educativas.
Rusia asegura que el objetivo era una reunión de mandos militares, pero en el lugar solo había civiles. El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, condenó el ataque y exigió una respuesta internacional inmediata. Mientras tanto, la comunidad internacional reacciona con indignación ante otro acto de barbarie en plena guerra.
La sangre vuelve a teñir el noreste de Ucrania… y el mundo solo observa.