
En una reciente declaración junto al primer ministro israelí Benjamín Netanyahu, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, presentó una controvertida propuesta para la Franja de Gaza. Su plan consiste en desalojar a sus más de dos millones de habitantes y reconstruir la zona como un destino turístico de primer nivel con vista al Mediterráneo. Para ello, plantea reubicar a la población palestina en países vecinos como Egipto y Jordania.
La iniciativa ha sido duramente criticada por la comunidad internacional. Naciones Unidas la calificó de “ilegal, inmoral e irresponsable”, mientras que la Unión Europea subrayó que Gaza es fundamental en cualquier futuro Estado palestino. Además, varios países árabes, entre ellos Arabia Saudita, Egipto, Jordania y Catar, rechazaron la propuesta y reiteraron su apoyo a la solución de dos Estados. Organizaciones de derechos humanos como Amnistía Internacional la han descrito como una forma de limpieza étnica encubierta.
Las críticas han derivado en protestas en diversas ciudades, incluyendo Washington, donde manifestantes han expresado su rechazo con consignas como “Palestina no está en venta”. A pesar de la oposición generalizada, Trump parece decidido a seguir promoviendo su visión, en la que la política exterior y el desarrollo inmobiliario parecen entrelazarse.