
Irán ha intensificado las detenciones y deportaciones de refugiados afganos, lo que agrava una ya severa crisis humanitaria.
Activistas han denunciado el uso de prácticas violentas e indiscriminadas por parte de las autoridades iraníes, acompañadas de un preocupante aumento del discurso de odio hacia los refugiados en redes sociales.
Pese a que muchos afganos han residido y trabajado en Irán durante años, la ausencia de permisos de residencia los deja en una posición de extrema vulnerabilidad.
Las autoridades han optado por medidas de deportación masiva como respuesta, desatendiendo las peticiones de la concesión de la ciudadanía. Esta política perpetúa un clima de discriminación y precariedad para miles de personas desplazadas.